Todos los años la misma historia: llega el verano y nos lanzamos como locos a tomar el sol en jardines, piscinas y playas para tratar de alcanzar el bronceado perfecto. Y también, como todos los veranos, las mil y un noticias y artículos en diferentes medios sobre las precauciones que hay que tomar al hacerlo. Ya sé que seguramente diréis «pero si ya me las conozco de sobra», pero no está de mas recordarlas (pues seguro que muchas se os olvidan accidentalmente), además de añadir algunas de las que, seguramente, no hayáis escuchado. El sol es nuestro amigo, pero hay que saber llevarlo.
ANTES DE TOMAR EL SOL
Mucha gente piensa que preparando su piel aplicando un protector solar es suficiente para lanzarse a un placentero baño de sol, y no es así. Todos los médicos y expertos consultados coinciden en que es necesario preparar la piel a través de la ingesta de vitaminas provenientes de frutas y verduras como las de zanahorias o las cerezas, pues estas nos proporcionan betacarotenos, unos compuestos químicos que nos protegen de agresiones externas. Además conviene, que antes de exponernos sin miedo al astro rey, nos sometamos a una sesión de peeling para eliminar células muertas y conseguir así un bronceado uniforme, sin malas coloraciones ni manchas solares.
MIENTRAS TOMAMOS EL SOL
Ha llegado la hora: sandalias, gafas de sol, crema protectora factor 50 y pulverizador de agua. ¡Estamos listos! Pero ojo, no es tan fácil como parece. Además de la sempiterna crema protectora, tenemos que asegurarnos de que la temperatura no es muy alta y que el cielo esté cubierto, al menos temporalmente. Olvídate de las colonias y perfumes para bajar a la playa, pues en muchas ocasiones son los culpables de la aparición de las tan molestas (y peligrosas) manchas. Y hay que tener en cuenta que el sol acelera el envejecimiento de nuestra piel, por lo que mi consejo es que nos hagamos con una crema de karité para crear una película invisible que nos ayude a defendernos de los rayos UVB y UVA. Y por último, pero no por ello menos importante, es necesario acudir a nuestro médico para saber si podemos tomar el sol sin problema en caso de estar bajo algún tipo de tratamiento. Más vale prevenir que curar.
DESPUÉS DE TOMAR EL SOL
Finalmente, y tras volver a casa después de un largo día de playa o piscina, es el momento de dedicarle los últimos cuidados a nuestra piel para conseguir el máximo cuidado al mismo tiempo que un bronceado perfecto. Lo primero es eliminar cualquier impureza o rastro de salitre, cloro o piel muerta usando un gel de baño para pieles sensibles con ph neutro. Aunque con una ducha es suficiente para recuperar el tono, el uso de una crema altamente hidratante o aceites esenciales contribuirán a la recuperación de la piel al tiempo que la relajarán. Por último, y a modo de secreto, os contaré un pequeño truco que seguro que a más de uno os vendrá de perlas este verano: para conservar el bronceado todo lo posible basta con añadir al baño una infusión de cuatro bolsitas de té negro en un litro de agua, pues es un autobronceador natural del que puede nutrirse nuestra piel.