Pero sigue siendo el rey

 

¿Sabías que minutos después de anunciar su muerte, acaecida un caluroso agosto de 1977, miles de fans ya se agolpaban con velas encendidas a la puerta de Graceland, la mansión del cantante en Memphis?

Una devoción que todavía hoy mantiene viva la llama, aunque menos que en otras épocas. La caída de la popularidad del mito se debe al declive generacional de sus seguidores por un lado y al desconocimiento que del gigante musical existe entre los llamados milenials: ¿pero quién es ese señor exageradamente grueso, con ropa kitsch y tan hortera que se contonea de esa forma?

Elvis Aaron Presley vino al mundo un 8 de enero del año 1935 en Tupelo, Mississippi -caprichoso guiño del destino al característico peinado que el cantante lució toda su vida-. Y jamás hubiera imaginado cuando inició su carrera que llegaría a vender más de 1.000 millones de álbumes en todo el mundo. Cifra que aún hoy ningún otro artista ha conseguido superar.

La suya fue una familia humilde y religiosa. Por eso se cree que la música góspel que escuchó desde niño en la iglesia ejerció una fuerte influencia en su carrera, tanto como más tarde lo hicieron el country y el r&b. A los 11 años sus padres le regalaron una guitarra.

Su primer single «That’s All Right» lo grabó con 19 años y así, en una meteórica carrera, en 1956 llegó a vender en 3 semanas 300.000 ejemplares de «Heartbreak Hotel». Ese mismo año editó su primer LP «Elvis Presley», vendiendo 1 millón de copias.

El ídolo juvenil, que provocaba ataques de histeria entre las jovencitas y la mojigata sociedad yanqui de la época por su música y sus sensuales movimientos de cadera, fue apodado «Elvis The Pelvis», y alcanzó la cima mundial con la película «Love me tender». Cuando estaba en lo más alto de su carrera, el ejército americano lo llamó a filas, destinándolo a Berlín occidental, donde conoció a la que después se convirtió en su mujer, Priscila Ann Beauliu, cuando ella tenía 14 años.

Tras su «mili», casi 2 años después, retomó su actividad. Los años de servicio a la patria no mermaron su capacidad artística. Cosechó éxitos musicales como sus famosísimas «It’s now or never» o «Are you lonesome tonight?» y cinematográficos como «Chicas, chicas, chicas» o «Viva Las Vegas».

Pero toda esta glamurosa carrera ocultaba ya algunas circunstancias oscuras como persona. Su personalidad, en origen tímida, dio paso a la de un hombre que gustaba de derrochar dinero en coches y joyas para sus amigos, que se encerraba ensimismado en la habitación del hotel durante las giras leyendo libros de numerología o espiritualidad o que, simplemente, se quedaba dormido.

En plenos altibajos de popularidad, Elvis se casa el 1 de mayo de 1967 en el Hotel Aladdin de Las Vegas con Priscilla. Con una ceremonia de 8 minutos, rodeados de apenas 100 invitados entre mafia, mujeres bonitas y periodistas, y que incluyó un desayuno privado con cochinillo asado, ostras, langosta, pollo frito, champán y una conferencia de prensa. Su primer baile como recién casados fue al ritmo de «Love me tender». Elvis y Priscilla fueron padres de Lisa Marie 9 meses después.

Su divorcio, en 1973, sumado a un profundo bache creativo a finales de los 60 y principios de los 70 y a su adicción a las drogas, supuso el empujón definitivo de una caída libre que iniciara meses atrás.

Prisionero en su mansión se le escuchaba decir «Si no puedo moverme, entonces es que estoy muerto», rodeado de todo un séquito de familiares, guardaespaldas, mafiosos, colegas y asistentes personales ávidos todos por acaparar su atención y sus regalos.

Las ventas de discos descendieron, saltando todas las alarmas. Semejante tren de vida era imposible mantener. Tuvo que hipotecar Graceland y su calidad como artista. Los conciertos eran lamentables. Las críticas feroces, entre la pena y la rabia que causaba el personaje. Sobrepeso exagerado, trajes extravagantes, excesivo tupé, ido, errático, olvidando las letras de las canciones, inventándoselas, exhausto…

 

Hipertensión, estreñimiento crónico, obesidad, principio de glaucoma… Asolado por innumerables problemas de salud, sus altibajos emocionales eran también constantes. Para combatirlos y poder conciliar el sueño tomaba grandes cantidades de analgésicos, sedantes y estimulantes.

 

Aún de noche, en la madrugada previa a la hora de su muerte estuvo jugando en su frontón con unos amigos. Después tocó un rato el piano, se retiró a su habitación y luego al cuarto de baño. Hacia las dos de la tarde, su última novia, Ginger Alden lo encontró allí muerto, caído en  el suelo.

Sus momentos más oscuros no nos deben ocultar el valor de Elvis como un músico único, con sus anomalías, excesos y contradicciones: el Rey del Rock & Roll. Responsable de que esta música se haya legitimado tal y como lo conocemos ahora.

Desde su nacimiento como artista personificó de la mejor manera posible un mensaje de esperanza, libertad y oportunidad. El mensaje de un chico de familia humilde que contribuyó con sus canciones a democratizar el mundo de la música y el negocio musical, porque salió de un lugar de EE.UU. en donde no nacían las estrellas.

Quizá de aquí su eterna conexión con el gran público en este país, ya que nunca fue el autor de los temas que cantaba y nunca hizo giras tal y como las concebimos ahora.

Como eterna suena en nuestros oídos «My way», la canción con la que finalizaba sus últimos conciertos y con la que yo finalizo este post. ¿A que la escuchas?

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Foto | El País