Desde que nacemos hay cosas que son irrefutables. Que los días duran 24 horas, que hay 7 días a la semana o que los meses del año son 12. Es así y nadie lo pone en duda ni lo discute. Por eso, cuando el mes de enero llega a su fin, todo el mundo sabe que llega el mes de febrero. Pero ¿por qué ese nombre? ¿por qué febrero tiene menos días que el resto de los meses? ¿de dónde viene ese nombre? Todas estas cuestiones serán tratadas en el post de esta semana.
Allá por los años de la Antigua Roma, los sabinos celebraban una fiesta anual de purificación que llamaban Februa. Esta era el nombre que se daba a unas tiras de piel de macho cabrío con las que los celebrantes azotaban a la gente. Este azote ritual tenía un valor purificador.
Una fiesta que hoy se celebra el 15 de febrero. Tras la fundación de Roma y el posterior surgimiento del Imperio Romano, la urbe dominante tomó prestado el nombre de las fiestas ‘februas’ para designar el mes en que estas tenían lugar, que por entonces era el último del año.
Pero ¿por qué menos días que el resto?
¿Por qué febrero sólo tiene 28 días (29 en año bisiesto) en lugar de 30 o 31 como tiene el resto? Pues, aunque existen muchas leyendas sobre este hecho, lo cierto es que hay una que cobra más fuerza que ninguna.
Tenemos que rebobinar hasta la época de los primeros romanos. Por aquel entonces, el calendario no era como lo conocemos hoy en día, ya que este tan solo tenía 10 meses.
El año tampoco comenzaba en enero como ahora, sino en el mes de marzo. De manera que septiembre era el séptimo mes, octubre el octavo, noviembre el noveno y diciembre el décimo. De ahí sus nombres. En este calendario se alternaban los meses de 30 y 31 jornadas. Fue el rey Numa Pompilio quien decidió que, para adaptar el calendario al ciclo lunar, había que colocar 2 meses más. En este caso, enero y febrero.
Julio César finalmente realizó la última modificación del calendario tirando por la borda todos los cambios realizados hasta el momento. Enero se colocó como el primer mes, se volvieron a intercalar meses de 30 y 31 días y febrero, como era el mes de la purificación, se quedó con 28 días. Un tiempo suficiente decían, para lograr esa renovación.
¿Y por qué algunos febreros 28 y otros 29?
Todo se debe a los años bisiestos. Si queremos entender por qué existen los años bisiestos, debemos fijarnos en el movimiento de la Tierra alrededor del Sol. Nuestro planeta rota 365,24219 veces durante una órbita completa alrededor del sol por tanto un año dura 365 días, 5 horas, 48 minutos y 56 segundos, no 365.
Al emperador Julio César se le ocurrió crear el año bisiesto. Si cada año contamos esos 365 días, perdemos esas 5 horas. Por eso durante tres años contamos esos 365 y al cuarto recuperamos el día que falta, dando un total de los 29 días que tiene febrero, en el año bisiesto.
Si no añadiéramos un día completo cada cuatro años, las estaciones acabarían descompasadas del calendario, de tal manera que después de unos 700 años, en el hemisferio norte la Navidad caería en mitad del verano y lo mismo ocurriría al revés, en el hemisferio sur.
Lo cierto es que, a pesar de todas las leyendas y teorías que existen, el mes de febrero es más corto que el resto. Así que no dejéis tareas pendientes, ni pagos, ni visitas a personas importantes para final de mes, porque quizá cuando os deis cuenta, marzo haya llegado.